LA QUEDADA (KDD)

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LA DESPEDIDA

Poco pudimos dormir tras llegar al hotel, ya que a las 12 teníamos que dejar libres las habitaciones, y las chicas despidieron mucho antes a Citi que, con lagrimas en los ojos, se marchaba para Valencia.

Por mi parte recuerdo que estaba competamente “zombi” debido a la falta de sueño y pese a haberme despertado un tanto con una ducha. Hice la mochila y me dispuse a encontrarme con las chicas en el hotel para empezar a planificar nuestra despedida.

Lástima no haber tenido un día más para estar juntos. Se me antojó comprar las margaritas nuevamente al pasar por el puesto de flores y así lo hice. Al  llegar al hotel obsequié a Gretta y Amiga con ellas ya que sus cumpleaños eran o serían en breve.

Dreita salía temprano para Oviedo y decidimos ir a la Estación Sur de Autobuses a ver si podía cambiar el billete para irse más tarde. Como quiera que ya estabamos allí, y no pudo descambiar el billete, buscamos un lugar para comer cerca, y tubimos una sobremesa nostálgica pero animada, con conversaciones parecidas a las que mantenemos por Internet pero por fin frente a frente. ¡Cómo me hubiese gustado poder continuar más rato a la mesa con mis amigas! Sólo espero que esto pueda repetirse.

Despedimos a Dreita que iba muy entera en apariencia, pero a la que hubo de asistir luego la persona que se sentaba a su lado ofreciéndola pañuelos de papel. Y es que Dreita es muy temperamental. Lo mismo pone en su sitio a un taxista borde como que no para de llorar y llorar.

Gretta estaba tambien aguantando el tipo mientras que a Amiga^ se la veía nerviosa y ya preparaba en su mente el viaje que, desde Madrid, emprendería seguidamente hacia las islas Canarias.

Regresamos al hotel. Allí estaban nuestras cosas y nos esperaba el último café. Yo me encontraba muy triste y hacía esfuerzos por mantener la conversación animada. Creo que en este punto la despedida fue una liberación para Amiga^, para Gretta y para mí, pues no queríamos enfrentarnos a ese momento si bien deseabamos que pasase de la forma menos dolorosa.

Luego la ausencia se haría casi más insoportable por unas horas. Quizás el tiempo de regresar a nuestros lugares respectivos. A la puerta del hotel Amiga tomaba un taxi. Desde la ventana su mano nos saludaba mientras le recordabamos todo lo que la queremos.

A Gretta  la recojerían en el hotel tiempo después y se quedó alli. Nos despedimos entre abrazos y ambos nos volvimos. No se si ella tornó para mirarme. Yo si lo hice. Ella giraba la esquina para entrar en el hotel y ahí terminaba para mí el encuentro tan breve pero intenso de este fin de semana de septiembre.

Algo me subió desde el estómago y  me humedeció los ojos. No lloré, pero en el metro camino de la estación de utobuses aún sentía sus efectos. Ese sentimiento inconsciente, casi de niño, de no querer apartarse de los seres queridos. Esa impresión de pérdida irreparable...

En la estación de autobuses el tiempo pasó raudo y, embarcado ya el el autobús, no me separaba de mis regalos. Leía ese periódico limeño y el libro y miraba algunos objetos que ya forman parte de mi historia.

El frío de Madrid hizo mella en mi y me procuró una voz ronca y dura que me  acompañó durante varios días.

En el autobus un personaje conocido. La misma chica que había venido a Madrid  y había recorrido los pasillos del metro regresaba tambien a Badajoz.

Es muy curioso como las circunstancias producen estas coincidencias...

Quien sabe lo que nos deparará el futuro a partir de ahora a cada uno de nosotros. Quién sabe si dentro de unos años, posiblemente tras perder el contacto por Internet, no nos encontremos en algún lugar de la Tierra y nos abracemos fuerte mientras las lagrimas nos bañan las mejillas.

Badaman